Qué significa ser madrastra

Es posible que uno de los mitos más extendidos de la madrastridad sea «Ya sabías dónde te metías cuando te juntaste con una persona que ya tenía hijos».

Ni de lejos podía hacerme una idea de lo que iba a suponer para mi vida convertirme en madrastra.

Es una montaña rusa emocional

 

Nada nos prepara para la que se avecina. No tenemos ni la más remota idea de cómo gestionar esta adaptación de la vida en pareja a la vida en pareja+hijastros.

Hay días buenos, días malos y días terribles.

Hay noches en vela preguntándome «¿Quién narices me manda a mi meterme en esto?»

y hay momentos en los que pienso «Somos una familia preciosa».

 

Es lidiar con la frustración continua

 

Querer y no poder.

Querer ser nosotras mismas y no encontrar el espacio.

Querer dejar huella y que te miren con desprecio. Querer encajar en un modelo familiar que puede que no sea el nuestro.

Querer reconocimiento y no tener ni un gracias. Querer mucho.

Querer a nuestra pareja y no querer sentir la obligación de querer a nuestros hijastros.

Querer no dejar de querernos para que los demás nos quieran.

 

Es negociar, negociar y negociar

 

Encajar mis necesidades con las necesidades de mi pareja es algo tremendamente complicado. Si además le añado SUS expectativas, es misión imposible.

Jamás me imaginé que siendo madrastra desarrollaria una capacidad extraordinaria de negociación para conseguir llegar a acuerdos que nos beneficien a todos.

Yo hago esto por ti, pero tú haces esto por mi.

Yo intento involucrarme más como tú quieres y tú pones límites a la ex.

 

Es reencontrarme con mi pasado

 

La madrastridad remueve. Y remueve mucho. Nos hace reconectar con nuestras heridas del pasado, con nuestras experiencias tormentosas, con nuestros propios fantasmas.

La madrastridad nos pone en la mesa todo aquello que no hemos querido mirar, pero que está ahí para que lo organicemos, lo abracemos y salgamos de esta más fuertes. Como madrastras empoderadas o como personas en expansión.

 

Es aceptación

Nunca antes tuve que aceptarme con tanta vehemencia como cuando he sido madrastra.

Ser madrastra implica aceptar que no vamos a gustar a todos.

Que no vamos a encajar en todo, por más que lo intentemos.

Que no vamos a ver del agrado de todos, pese a que seamos personas maravillosas.

Que no vamos a llegar a todo, no somos superwoman.

Y que el mundo no se acaba por ello.

Pero sobre todo, la vida no se para si nosotras decidimos dejar de hacer.

 

Es (auto)cuidado

 

Empatizar con las situaciones de alto conflicto que está viviendo nuestra pareja y nuestros hijastros, totalmente ajenas si no hubiése sido por la madrastridad.

Entender su malestar para ayudarnos a no descuidar el propio.

El malestar como herramienta para aprender a dar un paso atrás y decidir que es momento de mimar-se-nos.

Ser madrastra es tantas cosas como pueda sentir, vivir y experimentar. Pero siempre para por un amor loco que nos hace poner patas arriba nuestra vida para intentar acoger, con parte de ese mismo amor, a los hijos/as de la persona por la que mataríamos dragones.

Ser madrastra no siempre es bonito, ni agradecido, ni enriquecedor.

Pero lo que es seguro es que empiezas siendo madrastra con una preciosa historia de amor y evoluciona hacia el amor más importante de tu vida, el amor propio.

Reduce la angustia y la rabia, recupera tu energía y haz las paces con tu madrastridad.
Te aseguro que es posible.