¿Cuántas veces te has hecho esta pregunta a ti misma?
¿Cuántas veces te la has hecho a lo largo del día tras aceptar algo que realmente no querías?
¿Y cuántas veces te la has hecho durante el verano?
El verano es una de las épocas más complicadas para la madrastridad.
La ausencia de rutina, la necesidad de tiempo de ocio de calidad (ansiadas vacaciones), los convenios que no quedan del todo claro, el reparto de días con los hijastros y la sensación de que no tenemos control sobre NADA de lo que nos está afectando son los detonantes clave para que el verano se convierta en una jaula.
¿Estás viviendo una situación así?
Cuando los demás no dicen que no me fuerzan a mi a decir que sí.
El convenio es una guía fantástica para evitar conflictos sobre el reparto de días con hijastros durante el periodo vacacional.
Cuando no queda claro o hay discrepancias sobre su cumplimiento se pueden generar situaciones fuera de nuestro control y que generan mucho malestar.
Si nuestra pareja no pone límites o ayuda a anticipar estos cambios, nos coloca a nosotras en la posición de «mala» si queremos ponerlos. Cuando nuestra pareja no dice que no nos está forzando a nosotras a decir sí para evitar aumentar el conflicto.
Verano implica tiempo en familia
La conciliación es un animal mitológico, lo sabemos ya. Y es muy complicado cuadrar los tiempos de vacaciones de los adultos con los de los menores.
Ahora además con el teletrabajo la situación se complica. Compartir espacio vital mientras trabajamos con jóvenes ociosos es un deporte de riesgo.
Cuando nuestra pareja no anticipa esta situación recurrente y busca actividades para poder conciliar su tiempo de cuidado con las vacaciones de nuestros hijastros, la tarea puede caer sobre nosotras «las eternas cuidadoras».
Cuando ellos nos piden que cuidemos de la prole para que puedan trabajar a costa de nuestro trabajo o descanso, nos están obligando a decir Sí para no aumentar el conflicto.
El verano es tiempo de viajes en familia
Tenemos los días de descanso contados y este año parece imposible cuadrarlos con los de nuestra pareja a solas. Coincide con la estancia de nuestros hijastros pero estamos drenadas. Descansar y disfrutar de nuestro tiempo de ocio se vuelve una necesidad vital.
Pero cuando planteamos la posibilidad de pasar las vacaciones solas y no en familia, las caras de desaprobación aparecen.
¿Cómo vas a irte sola si el verano es para pasar tiempo todos juntos y estrechar lazos?
¿Cómo vas a dejarme solo con mis hijos/as?
Cuando nos pisotean nuestras necesidades para anteponer las del otro nos obligan a decir Sí para no aumentar el conflicto.
Ellos/as son niños, tú eres la adulta.
Has aceptado los cambios inesperados, has aceptado ayudar a conciliar a tu pareja, has aceptado el viaje en familia…
¿Y ahora por qué no estás disfrutando de las vacaciones si todo es paz y tranquilidad?
Cuando nos forzamos a situaciones que no deseamos, el malestar se nota. Cuando la relación es, además, tensa con nuestros hijastros y compartimos tiempos y espacios sin rutina, las fricciones salen con mayor facilidad.
Aparecen los silencios tensos, las búsquedas de apoyo en la misma persona y situaciones incómodas.
¿Decimos algo o mejor callamos y tragamos para que terminen cuanto antes las vacaciones de verano?
Cuando no atendemos nuestro malestar y aceptamos lo que NO está funcionando, nos estamos obligando a decir que Sí y seguir para evitar aumentar el conflicto.
Somos una familia y debemos estar unidos
Cuando todo lo anterior ya se nos ha hecho bola, los sentimientos están a flor de piel.
La posibilidad de que estalle una pelea de recriminaciones es más que evidente, sobre todo cuando toca pagar la cuenta y se deja caer que debe de ser un pago «a medias».
¿Debo tragar con todo lo que me echen para poder ser una familia? ¿Debo aceptar cualquier cambio inesperado para que no me tachen de mala madrastra? ¿Debo pasar mis vacaciones de verano con mis hijastros pese a que no me apetezca para que no me sienta una forastera a la vuelta?
¿Deben de ser todos los gastos a medias aún cuando me están haciendo sentir que sobro en todo momento?
Siempre habrá cosas que no podamos controlar y la ausencia de rutinas hace el día más impredecible.
Pero lo que sí podemos controlar son nuestras emociones, necesidades y deseos.
Cuando desatendemos estos pilares fundamentales no queriendo decir que NO, estamos diciendo que SI a un montón de situaciones que nos van a hacer desbordar.
Cuando nos ponen la lupa encima sentimos la presión de tener que aceptar cualquier cosa propuesta bajo pena de ser tachada como «desagradable» «mala» «egoísta».
La ausencia de límites de nuestra pareja es esa lupa que luego recae sobre nosotras cuando queremos preservar nuestra integridad.
Aprender a decir NO sin remordimientos se convierte en una cuestión de SUPERVIVENCIA.

Descubre Materia
La comunidad de madrastras donde nadie te dirá que "cuando empezaste ya sabías lo que había".