Cuando trato de que mi pareja me entienda, me quedo sin argumentos

Trabajando con madrastras de todo el mundo (y en mi propia experiencia), me encuentro a menudo con este atasco:

“¿Cómo se lo digo a mi pareja? ¿Cómo hago para que lo entienda? Cuando empezamos a hablar, me quedo sin argumentos…”

Hay algunas experiencias que muchas madrastras vivimos en silencio, pensando que son la muestra de alguna tara personal. Pero nada más lejos de la realidad. Esas experiencias vienen con el rol de madrastra. Nos referimos a:

  • No poder poner palabras a lo que nos pasa.
  • Dudar constantemente de lo que vemos, sentimos y pensamos.
  • Tener miedo de decir (y hacer) lo que queremos y lo que no.
  • Juzgarnos internamente por todo ello.
  • Quedarnos sin argumentos en las conversaciones y las discusiones con nuestras parejas. Dejar de intentar hablar con ellxs y callárnoslo todo hasta que, de vez en cuando, explotamos y perdemos aún más nuestra autoridad.

Si te ves reconocida, déjame decirte que no estás loca, ni eres mala, ni tienes ningún tipo de deficiencia. Lo que pasa es que eres madrastra.

El no-poder y la no-voz de la madrastra

El lugar de madrastra es un lugar históricamente silenciado y estigmatizado, y eso supone que nuestra voz nunca se ha oído y no se han creado palabras ni expresiones a través de las cuales podamos transmitir nuestro sentir. Es decir que, si no encuentras palabras para nombrar lo que te pasa, es porque, en realidad, no las hay. Cualquier cosa que digas tiene el mismo significado para quien lo escucha: “no quieres a tus hijastros” (lo cual parece ser algún tipo de crimen).

Además, en nuestra sociedad hombre-céntrica y familio-céntrica, las madrastras ocupamos un lugar de no-poder. Primero va el hombre, después sus hijxs, después la madre de lxs mismxs, después lxs abuelxs y otrxs familiares y si acaso, al final, tú.

La cuestión del poder, que parece muy abstracta, tiene en realidad efectos muy concretos en tu cotidianidad:

  • Tu visión sobre lo que pasa en la familia tiene menos peso que la de tu pareja. Si tú crees que lxs niñxs tienen dificultades para aceptarte y tu pareja cree que exageras y que ellxs son cariñosxs contigo, probablemente la visión de tu pareja sea la que prevalezca en la conversación, dejándote a ti llena de dudas sobre tu percepción.
  • Lo que tú haces está mucho más sujeto al juicio de las personas que tienen más poder en el sistema que lo que ellxs hacen al tuyo. Es decir, a ti te va a afectar mucho más el juicio de tu pareja de si “lo haces bien o no” que a tu pareja el tuyo de si él o ella “lo hace bien o no”.
  • Las expectativas de tu pareja tenderán a imponerse sobre las tuyas. Si él o ella espera que seáis una familia siempre unida y tú prefieres estar menos presente, lo más probable es que termines tratando de contentarle a él o a ella porque su ideal se presenta como “el correcto” y el tuyo como “el incorrecto”.
  • Tu pareja y la madre de lxs niñxs tendrán muchos más recursos que tú para lograr que aquello que desean se cumpla, y para imponer su voluntad sobre la tuya.
  • A causa de todo esto, es probable que cotidianamente te sometas a hacer aquello que no quieres o a dejar de hacer aquello que quieres, que dudes de si lo que quieres es “lo que deberías querer”, o que incluso dejes de percibir qué es lo que realmente quieres. Los sentimientos más habituales que acompañan a este estado son la angustia, la confusión, la rabia, el resentimiento y el desconsuelo. Y, por supuesto, el rechazo hacia tus hijastrxs.

Por qué te quedas sin argumentos

La experiencia de “quedarte sin argumentos ante tu pareja”, nos habla de esa estructura de poder, en la que tú estás por debajo en la jerarquía familiar y te resulta difícil rebatir los argumentos de tu pareja, no porque no sean rebatibles, sino por el lugar que ocupas.

Algunas estrategias de poder que se suelen utilizar nuestras parejas en las conversaciones (a menudo sin ser consciencies de ello) y que te llevan a quedarte sin argumentos son:

  • La argumentación y “demostrar con razones” que no tienes motivos “reales” para hablar, actuar o sentir como lo haces.
  • Cuestionar reiteradamente tu visión de las cosas con expresiones del tipo: “estás exagerando”, “estás loca”, “siempre con lo mismo, a ver si maduras”, etcétera. Este tipo de manipulación se llama luz de gas.
  • Apoyarse en mitos o creencias sobre la familia y el amor para presionarte a hacer lo que él o ella quiere: “una familia debe estar unida” (ergo, tienes que estar siempre presente), “una familia tiene que apoyarse” (ergo tienes que cuidar a mis hijxs siempre que lo necesite), “si me quieres a mí tienes que querer a mis hijxs”, etc.
  • Interpretar tus palabras y acciones de manera distorsionada utilizando clichés y convenciones asociados al estereotipo de la madrastra y teñidos de un juicio negativo. Por ejemplo: “lo que pasa es que no quieres a mis hijxs”, “lo que pasa es que tienes celos”, “quieres destruir esta familia”, “eres muy egoísta, deberías esforzarte más”, etc.
  • Recordarte tu lugar de no-poder en la familia de maneras más o menos sutiles para que dejes de intentar que tus necesidades o deseos sean tenidos en cuenta: “lo primero son mis hijxs”, “ella es la madre de mis hijxs y la relación con ella es muy importante”, etc.
  • Trato de silencio cuando no haces lo que él o ella quiere.

Estas estrategias de poder son tan habituales y están tan aceptadas en nuestra sociedad, que nos pasan desapercibidas y no las registramos como manipulaciones (ni nosotras ni nuestras parejas). Más bien nos sentimos inadecuadas cuando la otra persona las despliega.

Si te ves reflejada en estas dinámicas que hemos descrito, queremos dejar claro que no es que tú tengas un problema. Tampoco queremos decirte que tu pareja sea malx. Tiene que ver con el lugar que cada unx ocupa en la familia. Sin embargo, eso puede cambiar.

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Expresar y sostener tus deseos y necesidades

Dejando claro que esto no sustituye la consulta con una profesional que tenga perspectiva de género (no dudes en pedir ayuda siempre que quieras, a nosotras o a otrxs profesionales), queremos proponerte aquí algunas estrategias para dejar de “quedarte sin argumentos” delante de tu pareja. Es decir, para empoderarte.

  • Siempre que puedas, actúa en vez de hablar. En vez de explicarle a tu pareja cuánto necesitas tener tiempos a solas o con tus amigxs, simplemente empieza a organizarte tus salidas o a permitirte retirarte a tu habitación cuando quieras, aunque lxs niñxs estén en casa. Tu pareja no tiene que estar de acuerdo ni darte la aprobación para que tú lo hagas.
  • No des argumentos ni trates de rebatir los suyos. No entres en la dinámica de la argumentación. En vez de eso, mantente firme en lo que tú sientes, necesitas o deseas, porque en ese ámbito no cabe hablar de quién tiene la razón. Por ejemplo: “No entiendo por qué te tienes que ir cuando están lxs niñxs, ¿qué pasa, que no quieres que seamos una familia? ¿Qué les voy a decir a ellxs? Siempre estás así con ellxs, no entiendo por qué no puedes esforzarte un poco más.” Respuesta: “Tengo ganas de estar con mis amigas y de descansar. Eso me sienta muy bien y me ayuda a estar como quiero estar: a estar alegre, a disfrutar y a estar también a gusto cuando llego a casa.” “Pero por qué no puedes hacerlo cuando lxs niñxs no están?”. Respuesta: “Lo quiero hacer cuando lxs niñxs están y cuando no, y hoy en concreto me apetece mucho.” “Lo que pasa es que no quieres a mi hijxs, te molestan.” Respuesta: “Esto no tiene nada que ver con tus hijxs, tiene que ver conmigo y con que me gusta combinar tiempos de familia y tiempos de amigxs (deporte, aficiones, lo que sea).” Si te fijas, el secreto es no entrar a defenderte, ni entrar en lo que es correcto ni incorrecto, en cómo se portan lxs niñxs, o en lo que tú pareja debería hacer. Hablar solo de lo que tú quieres, deseas y necesitas, porque eso es irrebatible, y es lo que te mantiene en tu centro.
  • Cambia el foco de “lo difíciles que son sus hijxs” a “lo compleja y exigente que es la madrastridad”. “¿Por qué no quieres llevar a lxs niñxs cuando vamos a ver a tu familia? Siempre les estás rechazando.” Respuesta: “Para mí hacer de madrastra es exigente y complejo, y por ahora no sé cómo hacerlo y estar al mismo tiempo relajada, disfrutando de mi familia. Así que quiero tener tiempo para estar con mi familia sin hacer al mismo tiempo de madrastra.” “Por qué no quieres quedarte con mis hijxs mientras me voy de viaje? En la familia tenemos que apoyarnos.” Respuesta: “Por supuesto, y puedo apoyarte siempre que estés (o quedarme dos días con lxs niñxs o lo que tú estés dispuesta a aceptar), pero por ahora hacer de madrastra me resulta complejo y me canso, así que prefiero no pasarme, para poder estar a gusto contigo, con lxs niñxs y bien en general.” “Eres una exagerada, con esto de ‘hacer de madrastra’”. Respuesta: “Así es como lo vivo en este momento. A lo mejor dentro de 6 meses o de 2 años lo vivo distinto, pero por ahora es así.”
  • No te creas el cuento de que, ante una diferencia de pareceres, se tiene que imponer lo del uno o lo del otro. Hay mil formas de atender a lo que es importante para lxs dos, para pasar de “lo tuyo o lo mío” a “lo nuestro”. Por ejemplo: “Ellxs son mis hijxs y no voy a hacer nada que les pueda dañar”. Respuesta: “Lo entiendo, entonces veamos cómo podemos lograr que lxs niñxs estén bien y tener en cuenta también esto que estoy planteando. Busquemos alternativas.” “Es la madre de mis hijxs.” Respuesta: “Vale, veamos cómo podemos hacer para que cuides la relación con ella y al mismo tiempo podamos definir nuestro espacio de pareja, que para mí es muy importante”.
  • Salte de los clichés y los mitos del amor y la familia. “Una familia tiene que estar unida.” Respuesta: “Yo quiero estar contigo y formar parte de esta familia, y estoy buscando la manera de ubicarme, aprender a ser madrastra, y ver de qué manera me siento más cómoda. Para mí es importante la flexibilidad, para que la familia pueda estar unida.” “Pero ¿cómo vas a encontrar la manera de estar en la familia si cuando vienen lxs niñxs te aíslas o te vas?” Respuesta: “Por ahora es la manera que voy encontrando de estar a gusto cuando lxs niñxs están en casa y que tú puedas disfrutar de la relación con ellxs. Creo que la relación con ellxs me va a tomar tiempo y prefiero ir poco a poco.” “Pero antes estabas y ahora ya no”. Respuesta: “Es cierto, ahora estoy menos tiempo y eso me ayuda a estar más tranquila en general. Como te decía necesito flexibilidad para ir encontrando la medida y quiero que sepas que si voy probando cosas es precisamente porque quiero formar parte de esta familia.”
  • Si lo hacías antes, deja de criticar lo que hace tu pareja, lo que hacen lxs niñxs o lo que hace la ex o el ex, ya que eso es un callejón sin salida. En vez de eso, una vez más, céntrate en lo que tú deseas y necesitas, en lo que tú quieres asumir y lo que no. Y como máximo, pregúntale a tu pareja si quiere conocer tu punto de vista sobre un tema determinado (por cierto, aquí te dejamos un post donde explicamos qué hacer si sientes rechazo hacia tus hijastrxs). En vez de decirle cosas del tipo “¿es que no ves que tus hijxs (o tu ex) te manipulan para que les pases más dinero?”, plantéalo de otra manera: “quiero que hablemos de cómo nos vamos a organizar a nivel económico” y exponer lo que es importante para ti en ese ámbito: proyectos, ahorros, quién paga qué, etcétera. Recuerda que siempre puedes pedir una asesoría financiera para orientarte y buscar ideas.
  • No tienes por qué poder explicar lo que te pasa para expresarte. “¿Pero se puede saber qué te pasa? Ya estamos otra vez…” Respuesta: “Ahora mismo aún no sé explicar lo que me pasa, lo que sí sé es que necesito un tiempo a solas para tranquilizarme, así que me voy a la habitación (o a dar un paseo) y te aseguro que cuando le pueda poner palabras te cuento.” Muchas veces nuestras parejas se ponen a la defensiva y utilizan estrategias de poder para acallarnos, porque se sienten responsables de nuestro malestar y no saben cómo actuar. Por eso, a veces es conveniente recordarles que no es que ellxs hayan hecho nada mal, que no esperamos que solucionen todos los problemas ni mucho menos, solo que esto nos resulta complejo y que lo que más nos ayuda es que, simplemente, se sienten a nuestro lado y nos escuchen o nos abracen.

Para todo esto, te va a resultar de gran ayuda empezar a practicar la Comunicación No Violenta, un modelo comunicativo que nos da muchas herramientas para salirnos de las dinámicas de poder cotidianas, y para expresarnos de una manera que favorezca la conexión con la otra persona. Un buen libro para empezar es: “Deja de ser amable, sé auténtico”, de Thomas D’Ansembourg.

Con todo, si las estrategias de poder se mantienen o aumentan de intensidad, siempre recomendamos pedir ayuda. Tu bienestar es lo más importante, siempre, aunque a veces llegues a creer lo contrario.

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