Para entender la montaña rusa de emociones que experimentarás al convertirte en madrastra, es bueno conocer el ciclo de vida de las familias ensambladas, que es muy diferente del de las familias tradicionales. Esto es algo de lo que no somos muy conscientes cuando nos embarcamos en la relación.
Normalmente, cuando cuando formamos una pareja tenemos el lujo del tiempo. Los dos tienen tiempo de conocerse sin otra responsabilidad que la de cuidar de si mismos. Normalmente habrán establecido una relación sólida antes de que llegue el primer hijo, y al hacer sitio para él en sus vidas, su capacidad para compartir y cuidar de otros crece y madura. Con el paso del tiempo y con la llegada de cada niño van encontrando la manera de lidiar con las etapas de la vida que se suceden de una forma bastante predecible.
Los bebés se convierten en niños, empiezan la escuela, se convierten en adolescentes, dejan el hogar paterno, encuentran pareja y forman su propia familia. A lo largo de este proceso se van estableciendo los roles parentales, se adoptan valores, se crean normas y tradiciones y la vida familiar se desarrolla al ritmo habitual.
Los que se embarcan en una familia ensamblada raramente son conscientes de que no les será posible recorrer el camino previsto. Las parejas que empiezan su relación con niños de varias edades a su cargo tienen muy poco tiempo para conocerse sin la presión de estas responsabilidades. Acomodar diferentes personalidades, establecer nuevos roles, incorporar nuevos valores y desarrollar nuevas relaciones implica asumir cambios monumentales. Aunque diferentes expertos identifican diferente cantidad de etapas en el desarrollo de la familia ensamblada, estas cinco son las que han sido más reveladoras para mí.
1. Fantasía
La pareja está emocionada con su nueva relación y piensa que no habrá obstáculo que no puedan superar. A menudo se espera que los niños querrán a la madrastra y que ésta querrá a los niños. Se espera que suavemente se irá formando una nueva familia feliz, pero los niños a menudo presentan resistencia, ya que no han digerido el hecho de que sus padres estén separados o bien tienen la expectativa de recuperar la relación en exclusiva con su padre. En esta etapa la familia se mantiene dividida en las dos líneas biológicas. La mayor parte del cuidado, el acuerdo sobre normas y rituales y la conexión emocional se dan dentro de cada unidad biológica.
2. Transición
Emerge tensión entre las dos “sub-unidades” bilógicas de la familia. Descubrimos que los niños no son esos angelitos que habíamos imaginado acoger y cuidar. Nuestro compañero está agotado tratando de mediar entre sus hijos y nosotras (y tratando de gustar a nuestros hijos si los tenemos). La madrastra se puede sentir como una extraña en la familia, ya que se encuentra en la periferia de la relación entre el padre y el hijo, que es anterior y más poderosa. Esto puede acarrear fuertes sentimientos negativos por parte de la madrastra: celos, resentimiento, sensación de inadecuación, soledad. Es fácil que las madrastras caigamos en la trampa de culparnos por no encajar.
3. Conflicto
Hemos asumido que los sueños que teníamos en la etapa de fantasía eran eso: sueños. Empezamos a entender de dónde viene el dolor que sentimos. Empezamos a pensar que no todo es nuestra culpa sino que la situación es difícil (“No estoy celosa porque sea una neurótica, ¡sino porque soy una extraña en esta casa!”) y a la vez empezamos a darnos cuenta de que nosotras también tenemos necesidades que hemos ido aplazando. Nos damos cuenta de que las cosas no pueden seguir de la misma manera y se empieza a plantear la necesidad de hacer cambios para hacer que la situación sea más confortable para todos. Los padres pueden querer proteger a sus hijos de demasiado cambio, pero la relación con su nueva esposa exige la imposición de nuevas normas. Es la etapa más conflictiva pero también es un punto de giro muy importante, ya que a partir de aquí se empezarán a poner los fundamentos de la nueva familia. Algunas parejas no pueden soportar este nivel de conflicto y rompen.
4. Acción
Los viejos ideales se desechan y se construye la nueva estructura de la familia. Se toman importantes decisiones sobre cómo será la relación y la convivencia. Empezamos a tratar de resolver conflictos y las madrastras solemos empezar a trazar ciertas líneas que nos permitan sentirnos seguras en nuestro lugar. Requiere mucho trabajo y COMUNICACIÓN. Suele haber muchas discusiones empezadas normalmente por la madrastra, que es la que se siente más excluida, pero es una fase enriquecedora en la que nos volvemos a empoderar. También empezamos a ponernos en el lugar de los demás miembros y entendemos las dificultades que vive cada uno. Como vamos estableciendo rutinas en la convivencia, empezamos a volver a sentir que tenemos un cierto control sobre la situación. La atmósfera familiar se relaja y vamos sintiéndonos más realizadas, seguras y libres.
5. Resolución
Lo peor ha pasado. Se han establecido nuevas rutinas, se empiezan a crear lazos (que si no son de amor, pueden ser de cariño, respeto o por lo menos familiaridad) y surgen nuevos rituales propios de la familia. Todos los miembros se conocen unos a otros y las dificultades pasadas los han ido uniendo. La familia ya tiene vida propia y las dificultades que se presentan ya no suponen una amenaza para la pareja ni para la relación entre la madrastra y los hijastros.
Estas fases no son estancas. Casi siempre se funden unas con otras y puede haber regresiones o avances repentinos. Algunas duran más en unas familias que en otras, pero en general se tarda entre 4 y 7 años en completar el proceso. Lo más importante para poder avanzar es ser conscientes de que todo esto es NORMAL, y de que las sensaciones negativas no van a durar para siempre.
Este texto es una traducción casi literal del primer capítulo del libro de Sonja Ridden “Help… I’m a stepmother” (Ayuda… soy madrastra), con algunas ideas sacadas de “Becoming a Stepfamily: Stages of Development in Remarried Families” (Formando una familia ensamblada: etapas en el desarrollo de las segundas familias) de Patricia Papernow.
Espero que os ayude a tomar perspectiva y tener esperanza.
Virginia
29 junio, 2016Es tranquilizador saber que no soy la única que siente estas cosas… Cuando he compartido algunas de mis inquietudes con mi pareja, amigos o compañeros, no sólo no lo entienden sino que todo pasa por restar importancia a esos sentimientos. Como si fuésemos exageradas o estuviese mal sentir notas que no te quieren.
En nuestras vidas, mi marido y yo siempre anteponemos todo a los niños (a veces no deberíamos), la relación padre-hijos es muy fuerte y es alimentada por la expareja y su familia y eso hace que a veces me sienta como una niñera, más que como una pseudo-madre.
Sin embargo somos nosotras las que ejercemos ese papel «real» cuando no está la madre, ya que desgraciadamente aun vivimos en una sociedad demasiado machista y aunque no seamos las madres biológicas estamos ahí para cuidar, atender, alimentar, vestir, consolar… y un largo etcétera… Desgraciadamente somos excluidas muchas veces del cariño de madre que tanto ansiamos.
Son ciertas todas esas fases, y las regresiones a unas y otras. Yo las he vivido todas y aún sigo en la lucha.
Gracias por tu blog, lo encontré en un momento triste y fue de mucha ayuda, saber que lo que sentía le pasaba a más gente y era absolutamente normal :)
Ojalá hubiera más sitios como este o encontrara personas con las que poder hablar de estos temas, la sociedad está muy atrasada a este respecto y muy poca gente ve la gran labor altruista que realizamos, con todo el amor del mundo.
Berta
29 junio, 2016Ser madre en un mundo machista ya es difícil, pero como dices, creo que ser madrastra lo es aún más, ya que soportamos un doble estigma. Terminas asumiendo responsabilidades parecidas a las de una madre pero no tienes el mismo reconocimiento ni dentro de la familia ni en la sociedad en general. Creo que aquí tenemos que ponernos las pilas y empezar nosotras a reclamar nuestro tiempo y el reconocimiento de nuestra labor, por lo menos por parte de nuestros compañeros. Y quizás, encontrar otro papel que no sea el de pseudo-madre, y que nos permita equilibrar un poco lo que damos y lo que recibimos en la relación.
A partir de septiembre estaré formada como coach especializada en apoyo a madrastras y familias ensambladas y voy a poner en marcha un grupo de apoyo telefónico, porque yo también eché (y echo) de menos encontrar otras madrastras con quien hablar y que me entendieran. Lo anunciaré en el blog unos días antes de la primera sesión.
¡Ánimo!
Celeste
17 octubre, 2017He llorado tanto al leer este post y el de madrastra en metamorfosis, es increíble el sentirme que NO estoy sola, que esas sensaciones y sentimientos que me invaden NO soy a la única a la que la embargan. Es una etapa sumamente difícil que pareciera que nunca acaba, al igual que la mayoría llegue aquí en un momento de depresión y me a ayudado muchísimo.
La recompensa de ser madrastra es enorme pero es algo que parece que se disfruta y se sufre en silencio, como dices es algo que nadie entiende ni mucho menos comprende, es muy difícil ir por la calle y decir soy la madrastra de… por qué ya te ven con malos ojos. Tengo la esperanza de que esa idea cambie pronto y si no empezar nosotras de poco a poco exigiendo el derecho que mucho luchamos por tener … SOY MADRASTRA!!!
Berta
18 octubre, 2017Celeste, me alegro mucho de que te hayas decidido a escribir. Creo que tanto los posts como vuestros comentarios ayudan a que las madrastras que lleguen después sientan este mismo alivio que sentimos nosotras al encontrarnos: no estamos solas, no estamos locas. Esto que vivimos lo viven muchas mujeres en silencio, como bien dices, y ya es hora de que poco a poco nos hagamos visibles y difundamos la realidad de lo que supone ser madrastra. Yo también… ¡SOY MADRASTRA!