Madrastra, ¿Te están haciendo «Luz de Gas»?

Es un término que seguro que hemos escuchado alguna vez, que va tomando fuerza cuanto más aprendemos a identificarlo. Esta «técnica» de desprestigio es tan antigua como las pirámides de Gizá (o puede que incluso más) y ha pasado desapercibida durante mucho tiempo por no haber encontrado una forma adecuada de nombrarla. Vaya, el problema de la pescadilla que se muerde la cola.

¿Por qué digo esto? Porque la Luz de Gas es un coloquialismo que usamos para nombrar estas acciones que realiza alguien con la finalidad de que la otra persona se cuestione su propia realidad. Es decir, poner en duda la capacidad crítica y de análisis del otro de tal forma que le genere confusión y dudas sobre sus propias percepciones de la realidad.

 

¿Empiezas a reconocer estas conductas de cuestionamiento?

 

Seguro que alguna vez en nuestra vida nos han dicho aquello de «cuando el río suena, agua lleva» o «no todo el mundo puede estar equivocado a la vez». Son frases hechas que se usan para intentar validar nuestras propias percepciones sobre temas cotidianos como sensaciones de que algo no está bien (o todo lo contrario), apoyar nuestra toma de decisiones y en general empoderarnos para dar pasos de relevancia en nuestra vida.

La «Luz de Gas» es un coloquialismo que usamos para nombrar estas acciones que realiza alguien con la finalidad de que la otra persona se cuestione su propia realidad.

Sin embargo, a veces nos encontramos en nuestro camino a personas que, por motivos personales propios y totalmente ajenos a nosotras, no son capaces de aceptar críticas o cuestionamiento a sus propias decisiones o argumentos cotidianos y son las más propensas a usar esta técnica para no sentirse infravalorados por el otro, según su propia percepción.

Cuando la realidad nos indica una cosa (positiva, negativa) y la persona que tenemos al lado, que suele ser una persona de nuestra total confianza o con la que tenemos un vínculo emocional importante, no se encuentra en capacidad de asumirlo negará la realidad cuestionando tus propias percepciones sobre ella, de tal forma que termines dudando de si aquello que has visto con claridad es real o no.

 

Madrastra, ¿Te están haciendo luz de gas?

 

Ahora que hemos puesto todas las cartas sobre la mesa puede que está situación en la que se nos está negando algo que nosotras percibimos/vemos/sentimos nos empiece a resultar familiar. El cuestionamiento y la no validación de los sentimientos fomentan las conductas asociadas a la luz de gas y son particularmente efectivas cuando la relación entre las dos personas implicadas es en cierta manera desigual: Hay una desigualdad en el ejercicio de poder o una de las partes tiene miedo a perder a la otra y por ende, termina aceptando la luz de gas antes que defender sus propias creencias sobre un tema concreto.

 

Como madrastas esta situación puede incluso convertirse en una dinámica normalizada dentro de la pareja y por ello tiene vital importancia aprender a identificar si estamos siendo blanco de la luz de gas por parte de nuestra pareja o entorno cercano.

Cabe destacar que mayoritariamente la luz de gas no son acciones que se realicen de forma consciente para socavar al otro, sino que funcionan como mecanismo de defensa cuando la otra parte no está capacitada en ese momento para aceptar críticas sobre algo que les afecta directamente. Es una forma de controlar la situación cuando se está poniendo de manifiesto algo que nos incomoda o no genera malestar. La luz de gas como forma de relacionarnos para evitar las situaciones de conflicto es una habilidad aprendida a través de la experiencia vital de cada persona y que nada tiene que ver con los momentos en los que se generan desacuerdo entre las parejas, por ejemplo, sino que es una manera rápida de solucionar esos desacuerdos sin querer atender la raíz del problema.

En algunos casos más extremos sí que se utiliza de forma intencionada como herramienta de manipulación.

¿Cómo nos afecta la luz de gas a las madrastras?

 

  • Cuando percibimos que nuestra pareja no está gestionando adecuadamente alguna situación relacionada con sus hijos o su ex y su respuesta es «Eres una exagerada», «eso no es así», «esto lo estoy haciendo por este motivo, pero tú no eres capaz de verlo», «esto lo hago por el bien de todos», etc.
  • Cuando nos sentimos al límite y que necesitamos parar pero el entorno no nos valida porque «tú eres la adulta», «tú debes adaptarte a los hábitos que ya tienen», «ya sabías dónde te metías cuando empezaste con una persona con hijos», etc.
  • Cuando nos sentimos deprimidas y/o con ganas de llorar porque la madrastridad nos supera pero nos recuerdan que no tenemos motivos para estar así «porque tenemos una pareja que nos quiere al lado».
  • Cuando te cuestionan tus acciones cuando ejerces la madrastridad porque «no te ocupas lo suficiente de tus hijatros» o bien «te ocupas demasiado e intentas ocupar el lugar de la madre».
  • Cuando ponemos de manifiesto que alguna de nuestras necesidades no está siendo atendida y nos recuerdan que «somos unas egoístas», «lo primero son los niños», etc.

La consecuencia directa de estas acciones la conocemos: Dudar de nosotras mismas, temer expresarnos por las respuestas que vayamos a recibir, decaimiento, desinterés, ansiedad, tristeza, falta de autoestima y en definitiva, la invisibilidad.

Nos terminamos diluyendo y buscando formas de cambiar para conseguir encajar en esa idealización del otro para así no sentirnos cuestionadas ni inadecuadas y terminar consiguiendo la validación que necesitamos.

 

¿Qué podemos hacer para prevenir que nos hagan luz de gas?

 

  • No evadir las situaciones de conflicto derivadas del desacuerdo entre dos posturas. No siempre llueve a gusto de todo el mundo y aceptarlo es una parte del proceso de cambio para mejorar y crecer como individuos.
  • No tomar las críticas sobre nuestras acciones como algo personal. Todos cometemos errores y eso no nos denigra como persona.
  • Buscar formas de comunicación no violenta para transmitir nuestras inquietudes o necesidades si percibimos que la otra persona se encuentra en un momento vulnerable y puede ponerse a la defensiva o cerrarse en banda. Lo importante es que nuestro mensaje llegue y se comprenda, no que se emita a toda costa.
  • Poner límites a acusaciones, ataques o faltas de respeto contra nosotras.
  • Validar nuestros sentimientos y nuestras necesidades de forma activa antes de compartirlos con la otra persona.
  • Aceptar cuando el problema es de la otra persona y por ende, totalmente ajeno a nosotras. Aceptar que hay situaciones que se escapan a nuestro control y que no podremos resolverlas por nosotras mismas.

Y en definitiva, cultivar nuestra autoestima y capacidad crítica.

¿Sufres o has sufrido la luz de gas?

 

 

 

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